Los resultados de la Inteligencia Artificial (AI) van camino de convertirse en una especie de oráculo que se acepta sin preguntarse quién ha diseñado el algoritmo, con qué datos trabaja, qué sesgo tiene, qué criterios de aprendizaje utiliza. Esta tecnología es un cambio de paradigma que ¿transformará? nuestra manera de vivir, trabajar y comunicarnos. En este contexto, ChatGPT es una herramienta revolucionaria que está en el centro de esta transformación. Para ponernos en contexto, ChatGPT, creado por la empresa estadounidense OpenAI, consiguió la primera semana de su lanzamiento en diciembre de 2022, un millón de usuarios pero llegó a los 100 millones a mitad de febrero y sigue creciendo de manera imparable.
La dignidad intrínseca de la persona ha de ser el criterio clave para evaluar estas tecnologías emergentes. Así lo reiteró el Papa Francisco hace unas semanas
al hablar sobre este tema, que prácticamente ha "hipnotizado" al mundo. Hace décadas que la Iglesia se pregunta por los retos que plantea la IA. En 1987, fue san Juan Pablo II - el primero
entre los últimos pontífices - quien advirtió de los riesgos más inmediatos derivados de una "robotización" del mundo del trabajo, que llevaría a una sustitución generalizada de la
actividad manual del hombre sin un verdadero reemplazo. Por eso el Papa Francisco se afana en señalar la necesidad de "fomentar una mayor conciencia y considerar el impacto social y cultural" que
son en todo caso fruto del ingenio humano y de las "dones" que Dios ha concedido a sus critaturas.
El director y asesor del Centro de Cultura Digital del Dicasterio para la Cultura y la Educación del Vaticano, el español Ángel González-Ferrer García, ha avanzado que se publicará un documento sobre el ser humano y su interacción con la IA. Un compendio de "reflexiones e investigaciones filosóficas y teológicas de lo que significa ser humano en la era digital" y cómo se debe afrontar este reto, "desde el punto de vista antropológico". Lo que más preocupa " es que las personas se entreguen por completo a lo que indique la máquina y no se fomente la cultura del esfuerzo por el aprendizaje, es decir, que no se desarrollen las capacidades cognitivas propias del ser humano como es la de pensar y razonar. El desarrollo de las máquinas es una ocasión privilegiada para comprender, por ejemplo, cuál es el valor de una verdadera educación. Son muy diferentes los resultados que se obtienen a través del citado ChatGPT. Esos resultados no se parecen, ni por asomo, a lo que sucede cuando se educa a una persona a valorar por sí misma la realidad. Y es que educar no consiste en que el alumno repita dosis de información, sino en permitir que comprenda el significado de la realidad.
La libertad de cada persona, con su volubilidad, con su tendencia a tomarse más tiempo del que parece razonable, con su posibilidad de cometer errores, y con su habitual falta de energía, resulta un factor demasiado imprevisible. Pero es precisamente eso lo que nos hace humanos.
Sin ir más lejos, una empresa de apoyo emocional ha utilizado ChatGPT en un experimento piloto para dar mejor ayuda psicológica a los usuarios. Pronto puede suceder que pensemos estar haciendo terapia con un profesional y que, en realidad, la conversación sea con una máquina. El auge de la información falsa y la desinformación es tan grave que las Naciones Unidas han instado a los estados miembros a promulgar políticas de apoyo a la alfabetización digital.
Por eso, se ha convertido en algo esencial responder a una pregunta aparentemente sencilla: ¿en qué o en quién se puede confiar? Cuanto más desarrollo
tecnológico se produce, más necesario es un uso de la razón que no se limite a lo empírico. El objetivo es identificar quién es digno de crédito. En los orígenes de la cultura moderna hay
una sospecha. Ahora, en la modernidad tardía, necesitamos estar entrenados para saber quién es fiable. La tendencia recurrente del hombre a querer sustituir a Dios puede encontrar en la IA una
gran aliada. - * -
José Antúnez Cid. Catedrático de Filosofía Sistemática II y profesor en la Facultad de Filosofía de la Universidad de San Dásamo.
Como creyente me entusiasman las maravillas tecnológicas. Resultan increíbles las posibilidades que abren nuestros instrumentos, capacidad de grandes bienes. Estos meses no dejamos de oír bondades de la Inteligencia Artificial (IA) así como voces de alerta sobre sus riesgos. ¿Cuales son las ventajas y retos que plantea?
La IA esencialmente es una herramienta tipo "aplicación" altamente sofisticada dentro del mundo informático increíblemente potente que tenemos, un instrumento basado en algoritmos de cálculo y combinación de datos e información que se afina con el uso y que cuenta con muchos campos de aplicación en el mundo globalizado y conectado por Internet. Esta rama de la informática desarrolla programas capaces de emular procesos hasta ahora exclusivos de la inteligencia humana, logrando resultados que , al menos en apariencia, podrían haber sido realizados por un ser humano. ¿superando el test de Türing ?
Aunque no en todas sus formas, la IA es capaz de aprender, mediante aprendizaje automático - Machine Learning - que mejora su rendimiento en función de los datos que consume - o mediante aprendizaje profundo con redes neuronales artificiales, algoritmos diseñados para imitar el funcionamiento del cerebro.
Así surge la Inteligencia Adaptativa, IA v2.0 que ayudaría en la toma de "mejores" decisiones al combinar datos internos y externos al entorno (empresarial, político,etc) en tiempo real con las ciencias que formalizan técnicas de decisión - evolución de algunas muy conocidas en la estrategia como el dilema del prisionero o de la gallina usadas en juegos y aplicables a la realidad - gracias a una infraestructura informática capaz de escalarse con relativa sencillez.
Con esa capacidad de procesamiento facilita -¿sustituye ?, ¿puede? - la toma de decisiones en ámbitos complejos de controlar para un hombre. Contribuiría positivamente en medicina para acelerar diagnósticos al valores síntomas y analizar datos, también en personalizar la educación, o en sectores como energía, transporte, banca - siguiendo los mercados-, publicidad ... existe una radio pura IA.
Según Hardvard Business Review, las empresas utilizan la IA por seguridad contra intrusiones (44%), resolver problemas de usuarios (41%), reducir gestion (34%) y medir cumplimiento interno (34%) y lo hacen porque la IA ofrecería una capacidad de computación de alto rendimiento a coste asequible con la que manejar megadata vitales en su sector, logrando ventajas competitivas. Pero aunque IA se afine a sí misma, siempre seŕa un algoritmo con un creador humano que la ha diseñado y la ¿sigue controlando?. Siempre hay alguién que decide que el resultado de ese algoritmose aplique o juegue en el mundo real, alguien que le da o ha dado cancha, además de su programador, a su vez pagado por alguién.
Su "aprender" siempre es un aprender técnico en manejar datos y obtener el resultado para el que ha sido diseñada, un precisar cálculos, un producir resultados ( la poieis griega) aunque sean bellos y originales, nunca un aprender que implique maduración personal en libertad y humanidad incorporando "experiencia" (praxis) en sabiduría y crecimiento en actitudes morales. El único constitutivamente morales el hombre que programa IAs, estas reflejarán nuestra ética.
Las personas somos capaces de inventar herramientas que multiplican nuestra capacidad de modo sorprendente, aunque luego nos acostumbramos al éxito logrado. Nuestra fuerza crece exponencialmente con un martillo, también nos hemos habituado al automóvil, a las válvulas cardiacas ... nuestra memoria aumenta con libros ... nuestra capacidad de belleza mediante capolavori, nos transporta adonde antes solo llevaba la naturaleza.
También creamos instrumentos que mejoran con el uso, un violoncelo Stradivarius va "aprendiendo" a dar la mejor nota a medida que es usado, cuanto más y mejor logra su objetivo, de ahí que estupendas fundaciones los presten a los mejores intérpretes para que sigan "aprendiendo".
Estas herramientas nos devuelven multiplicados, como espejos que amplían, la imagen de posibilidades encerradas germinalmente en nosotros. En ese espejo descubrimos algo nuestro que podemos llegaar a confundir con nosotros. Pero solo lo haremos en la medida en que antes hayamos reducido nuestra esencia humana a esa función que nuestra herramienta desempeña mejor que nosotros. Si ser humano consistiera en fuerza para golpear, más humano sería el martillo, si ser más humano es procesar, calcular, producir, la IA será más humana ... pero ser personas es más que desempeñar funciones que podemos "deponer ampliadamente" en nuestras herramientas. Ser personas toca un núcleo que las funda y trasciende, donde radica la dignidad del ser humano y que aunque a veces no sea capaz de funcionar sigue siendo.
Nuestro pensar calcula y con la IA calculamos mejor, pero nuestro pensar es más que calcular, no solo deducimos e inducimos, que no es mera formalidad lógica, además somos capaces de novedad, de apagogé.. Quizás amar, la gratuidad y la experiencia moral de la conciencia manifiesten lo que somos más que las eficacias tecnológicas.
La IA es una herramienta novedosa y poderosa que esta en nuestras manos. De ahí que su uso implique la ética como cualquier herramienta. ¿Quién invertirá en un Chat-GPT hoy ruinoso - Open AI perdió 540 millones en 2022 gastando 700.000$ diarios? ¿Qué rédito obtendrá?
¿Control? Si paga una empresa, si paga un partido, si paga un lobby... quien paga manda...
¿Creará la IA espacios de mayor libertad e igualdad? Una app-IA para trading se hizo pública temporalmente, los periodistas que la evaluaron obtuvieron beneficios, la IA acertó más del 75% de operaciones, más que expoertos en bolsa, pero ¿quien tiene acceso a la app de pago de autotrading? ¿Aumentaría la justicia social o al final ... lo de siempre?
Hay quien avisa de que un nuevo maquinismo distópico tipo Terminator. Harari - israelí autor de Sapiens. De animales a dioses - sostiene que si la IA se escapa de nuestro control podríamos estar ante el final del Hommo Sapiens, pues "Por primera vez en la historia hemos inventado algo que nos arrebata el poder". Podríamos poner nuestro futuro en manos de una IA siguiendo las normas del parque humano anunciadas por Sloterdijck, eludiendo el peso de tomar decisiones, dejando a la biotecnología hacerlo en nuestro lugar. ¿La humanidad dimite de lo humano? Hinton - apodado el padrino de la IA por su trabajo en Google - cree que la IA podría adquirir autonomía hasta crear sus propios códigos. Quizá apretemos el botón rojo, quizás no, en cualquier caso si IA "tomase" el control sería porque se lo hemos dado, metiéndonos en una celda ¿dorada? construida por nosotros y tirando la llave fuera.
Mucho más real me parece el riesgo de confundir realidad con ficción volviendo la verdad inaccesible, más allá aún del constructivismo de la post-verdad. IA podría producir material audiovisual falso tan sofisticado que no tendríamos capacidad de distinguir lo verdadero de lo falso.
Esto desconecta la persona de la realidad imposibilitando su desarrollo y la convivencia, desarraiga del suelo nutricio de la verdad. Esto es más grave que jugadores maliciosos usen IA para engañarnos sobre su identidad para hackeos. Un mundo sin verdad vuelve anecdótico noticias del tipo "IA amenaza el arte del comic" porque un fan de Marvel la usa para crear una obra con imágenes de Pepe Larraz(ABC16/5/23). Sin duda esto demanda regulaciones protectoras (Wozniak). Pero creo que la llamada urgente a regular "con el propósito de evitar su posible mal uso, ya sea dirigido o autónomo(La Vanguardia, editorial 3/5/23) llega tarde. Veremos en qué queda la regulación europea que se anuncia especialmente severa.
Lo que esta en juego es la libertad de la persona, la sociedad democrática y su realización, nos jugamos la verdad y más que las imprescindibles regulaciones necesitamos ciudadanos libres. También la Misión es necesaria y debe afrontar este desafio.