Platón dice que un hombre que sea absolutamente justo y bueno, se hará insoportable para aquellos que no quieren decidirse por el bien: tienen que odiarlo a
muerte. Jesús fue condenado por los hombre de su época. Igual hoy; seguimos condenando a muchos a muerte. Las vidas más inocentes, como fue la de Jesús, están sentenciadas. Las guerras y la
violencia; la pobreza y la exclusión; el paro y la precariedad laboral; la marginación y la discriminación; el racismo, la trata de personas y la prostitución. Los no nacidos y los más débiles en
su ancianidad. Todas estas situaciones las juzgamos de muerte para quienes las atraviesan.
Jesús condenando a muerte acompaña desde dentro a todos los condenados hoy y desciende a los infiernos de la humanidad. nadie podrá descender tanto. Nosotros, cuando experimentamos el abandono de Dios, nos refugiamos en otras realidades auténticas: familia, amigos, trabajo, descanso y servicio. Jesús, constitutivamente el Hijo, se rompe, experimentando el abandono de su Padre. Como su vida se iluminó en el Tabor al experimentar la cercanía del Padre, aqui su vida se oscurece en la noche más profunda de la humanidad. Desde esa experiencia acompaña nuestras noches. En adelante nuestra soledad ya no será radical. Siempre estará Él, aunque dirá san Ignacio, "escondido", en su aparente ausencia.
Jesús recoge nuestras preguntas. Las más generales: ¿Dónde está Dios? ¿Cómo se puede permitir esto? ¿Cómo puede permitir esto? Y Dios ¿qué? Y las más concretas:
¿Porqué a mí? ¿Y esto en los más pobres? ¿Merece la pena vivir? La respuesta de Dios al mal es su Hijo. Jesús de Nazaret ha asumido el mal. Lo ha cargado sobre Él, ha tocado las raíces del dolor
humano y por eso acompaña desde dentro a toda la humanidad. Paul, Claudel, el poeta francés, lo dice muy bien: "Jesús no ha venido a quitar o explicar el dolor humano, sino a llenarlo de su dulce
presencia".
Sería injusta la creación si Dios se hubiese librado de las consecuencias negativas de la misma. Pero no; Dios se ha hecho hombre. Ha asumido personalmente el mal del mundo. Dios no ha querido desentenderse de este mundo nuestro. Dios se ha zambullido de lleno en el mundo, en Jesús de Nazaret. En Él comparte nuestra suerte. En su Encarnación ha asumido esta humanidad nuestra en su forma más vulnerable y con todas sus consecuencias. Y en el dolor y en la muerte no se ha ahorrado, no ha dejado de amar y se ha dado hasta el extremo y libremente.
En un mundo herido tras la pandemia, asolado por la guerra de Ucrania y por los más de 30 conflictos armados en el mundo, los crucificados de la tierra claman a Dios. La Cruz es compleja, no es simple. El Papa Francisco en la Misa Crismal del 2021 dice: "Es verdad que hay algo de la Cruz que es parte integral de nuestra condición humana, del límite y de la fragilidad. Pero también es verdad que hay algo que sucede en la Cruz, que no es inherente a nuestra fragilidad, sino que es la mordedura de la serpiente ... Es el veneno del maligno que sigue insistiendo : sávate a ti mismo ... ¿Por qué el Señor abrazó la Cruz en toda su integridad? ¿Por qué Jesús abrazó la pasión entgera, abrazó la traición y el abandono de sus amigos ya desde la última cena, aceptó la detención ilegal, el juicio sumario, la sentencia desmedida, la maldad innecesaria de las bofetadas y los escupitajos gratuitos...? Pero cuando fue su hora, Él abrazó la Cruz entera. ¡Porqué en la Cruz no hay ambigüedad! La Cruz no se negocia.
La Cruz mayor en la familia no es el sacrificio, sino las injerencias externas, por ejemplo, de la familia política. Lo más duro del trabajo no es el esfuerzo, sino los agravios comparativos o las injusticias. Lo más doloroso del seguimiento a Jesús no es el olvido propio, sino la desunión o las zancadillas entre los cristianos. Así que abrazamos la Cruz entera o dejamos de amar porque no hay familia ideal, no hay trabajo idea, ni comunidad ideal.
En medio de todo el ruido de este mundo, hay un rostro que siempre esta ahí. María, la Madre del condenado, entre el barullo de los soldados romanos y del pueblo alborotado, no aparta la vista de su Hijo. Cuántas madres hoy sufren con impotencia por sus hijos.
Al pie de la Cruz, Ella será el signo más claro de que Jesús no es un maldito sino que sigue siendo el hijo muy amado. Se puede ser el hijo muy amado y estar clavado en la Cruz.El hijo la necesitó al pie de la Cruz. No cualquier manera de vivir el dolor vale. Podemos malearnos, envenenarnos, amargarnos y endurecernos en el dolor. Necesitamos a la Madre. Estuvo magnífica al pie de la Cruz. Ni una palabra, pero subió al Calvario como dadre de uno y bajó como madre de todos nosotros. Creció, se agigantó al pie de la Cruz. Cuando Jesús entregó su Espíritu ¿quien lo recogió? Santa María. Hubo un momento en que todo el Espíritu de Jesús lo tuvo Santa María. Hubo un momento en que toda la Iglesia fue María y después en Pentecostes, con María, el Espíritu para toda la Iglesia. La Iglesia hoy prolonga la maternidad de María.
Uno que pasaba por allí fue quien ayudó al Señor a cargar su Cruz. La tomó de mala gana y forzado por los soldados romanos ante la debilidad de Cristo. El mundo necesita cirineos, personas que pasen al lado y que ayuden a los últimos, los más golpeados, a llevar su Cruz. Como dice el Papa Francisco, santos de la puerta de al lado.
Decimos con San Bernardo : "Estoy clavado en la Cruz con Cristo, costado contra costado, mis manos contra sus manos, mis pies contra sus pies, los mismos clavos que le atravesaron atravesándome a mí, nuestras sangres mezcladas en una sola.
La vocación cristiana, voluntarios veinticuatro horas, en el sacerdocio, en la vida consagrada, en la familia y desde el bautismo, es la respuesta de la Iglesia al dolor de la humanidad.
A Verónica le ocurrió el golpe de fortuna de pasar por aquella calle aquel día. Verónica no aparece en los evangelios, pero es la personificación de la compasión cristiana. Rostros de mujeres maltratadas, victimas muchas ellas de la trata y de la prostitución. Migrantes que son explotadas y usadas como objetos. Hombres y mujeres sin derechos. Ancianos y enfermos cuyo rostro refleja el sufrimiento y la amargura. Niños en ambientes de violencia y faltos de amor. Esos rostros merecen ser limpiados. Merecen alivio. La compasión de muchas Verónicas haría un mundo más humano y más cercano al Reino de Dios.
El obispo Pierre Claverie en Marzo de 1996 en la homilía de un funeral de los siete trapenses asesinados cruelmente en Tibirine, Argelia, dijo: La escasa proximidad a la Cruz tiene como consecuencia una pérdida de sustancia y energía del cristianismo. La vivacidad de la Iglesia, su fecundidad y su esperanza tienen allí, en la proximidad a la Cruz, su suelo nutricio y sus raíces. ¡En ningún otro sitio! Meses después, el mismo moría en un atentado fundamentalista.
Vuelve a caer y vuelve a levantarse. Camino del Calvario Jesús va asumiendo las pasividades internas, lo que nos pasa por dentro: miedo, tristeza, angustia, hastío de la vida, ausencia de Dios, como en Getsemaní. Y también las pasividades externas, lo que nos hacen: envidia, injustiticia, soledad, humillación, tortura, como en el juicio, en la flagelación o en la coronación de espinas.
Somos expertos en la acción: programar, calcular, realizar y evaluar. Pero la fecundidad y el crecimiento se juegan en la pasividad: asumir, aceptar, encajar, tragar y perdonar. Y casi nadie y ni en la Iglesia nos enseñan el arte de la pasividad que es el arte de amar. "Al contemplar la "pasión" contemplamos cómo el Señor entró en paciencia. Sus seguidores, nosotros, hemos de aprender qué significa "entrar en paciencia", que implica esto, a fin de conocerlo y amarlo mejor, para mejor imitarlo, dice el Papa Francisco.
Jesús vuelve a caer y pacientemente vuelve a levantarse. Más tarde, aquel centurión, "viéndole morir así" exclamó: Verdaderamente este es el hijo de DIos (Cf. Mc 15 39). Hay maneras de vivir y de morir que convierten. Jesús no se ahorró, asumió los costes que suponía encarnarse en una humanidad pecadora, lo asumió voluntariamente y como signo del mayor amor.
En este mundo en el que vivimos hay quien no mira para otro lado ante el sufrimiento. Hay personas que sufren por ver a otros sufrir. Hoy sin tantas y tantas las personas que a través de organismos caritativos de la Iglesia lloran, consuelan y actúan ante la injusticia.
Jesús, en el mar de dolor de su pasión, olvidado de sí, sigue consolando a su madre, al discípulo amado, a Pedro y a las mujeres de Jerusalén. Edith Stein, Sor Benedicta de la Cruz, no sabía cómo consolar a Anna Reinach en el funeral de Adolf, su marido también filósofo como ellas, caído en el frente de Flandes en la II Guerra Mundial. Fue la viuda, profundamente creyente, la que con su serenidad consoló a Edith. Más tarde, cuando ya era carmelita, Santa Benedictina de la Cruz dijo acerca de esta experiencia: "Fue mi primer encuentro con la Cruz y el poder divino que transmite a sus portadores. Pro primera vez vi delante de mi, al alcance de mi mano, la Iglesia nacida de la pasión del Redentor en su victoria sobre la muerte. Fue el momento en que se derrumbó mi incredulidad y resplnadeció Cristo en el misterio de la Cruz.
Elie Wiesel, escritor premio Nobel de la paz superviviente de Auschwitz, cuenta que un día, regresando del trabajo al campo de Auschwitz, encontraron en el patio a tres compañeros encadenados que iban a ser colgados. Uno de ellos, era un niño. Nada más entrar, se les fue colocando, con toda la parafernalia al uso, para que presenciaran tan macabra ejecución. Momentos antes de ser ahorcados, los dos adultos gritaron "viva la libertad". El niño, en cambio, permaneció callado. Y , en ese momento, alguien que estaba detrás de E. Wiesel preguntó, ¿Dónde esta el buen Dios? ¿dónde esta?
Seguidamente se procedió al ahorcamiento del niño y de los dos adultos, retirándoles las sillas a las que habían sido aupados. "En el horizonte, comenta, el sol se estaba ocultando en medio de un silencio absoluto. A continuación, comenzó el dramático y punitivo desfile de los prisioneros, entre lágrimas y sollozos, por delante de sus tres compañeros.
Cuando le tocó el turno a él, los adultos ya habían expirado. En cambio, el niño seguía agitándose. Aún vivía. Y así estuvo media hora, luchando entre la vida y la muerte, agonizando hasta morir, lentamente asfixiado, a causa de su escaso peso. En ese momento E Wiesel volvió a escuchar detrás de sí, la misma pregunta que hacía unos minutos ¿Dónde esta Dios? Sentí, recuerda una voz que saliendo de mí respondía: ¿Dónde esta? Ahí esta, esta colgado ahí, de esa horca...
¡Dios esta ahí, en esa Cruz! Gracias Señor por no haberte bajado
Aquel despojo de hombre, flagelado, coronado de espinas, escarnecido y despojado de sus vestiduras, expresa toda la entrega y amor de Dios a la humanidad. Jesús es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre. Porque Dios no quiere obligarnos a amar, su presencia es discreta. Es un Dios con nosotros, no sobre nosotros. En la Cruz ha vaciado toda su ternura y ha mostrado todo su poder, su amor incondicional que nos salva. "Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo ... Nadie tiene más amor que el que da la vida por los amigos... Vosotros sois mis amigos... Padre, perdónales porque no saben lo que hacen". Dios se ha mostrado dispuesto al abajamiento total con tal de manifestar que su ser es amar (Cf. Filip 2, 7-8). En la Cruz descubrimos la forma de ser de Dios. Por eso, podemos decir "He ahí al Hombre" y "He ahí a Dios" (Cf. Jn 19,5). También hoy en los horrores de la guerra, está. Se deja encontrar, no se impone, comparte nuestra suerte y nos acompaña desde dentro. Él sí está. "Verdaderamenteeste es el Hijo de Dios". Cuando sea levantado sobre lo alto sabreis que yo soy. Es una auténtica teofanía.
La riqueza que muy pocos acumulan haciendo que la pobreza avance, despoja de dignidad a los hijos de Dios. El feroz capitalismo que quiere maximizar beneficios a toda costa y sólo ve números y no personas, despoja de sus derechos al pobre más vulnerable.
San Juan de Ávila dice que cuando Jesús ya no puede conducir a su rebaño hacia verdes praderas, porque está clavado en la Cruz, entonces sí que esta siendo buen pastor. ¿En qué momento nos perdona? se pregunta el Papa Francisco el Domingo de Ramos de 2022: "En un momento específico, durante la crucifixión, cuando siente que los clavos le perforan las muñecas y los pies. Intentemos imaginar el dolor lacerante que eso provocaba". Allí, en el dolor físico más agudo de la pasión, Cristo pide perdón por quienes lo están traspasando. En esos momentos, uno solo quisiera gritar toda su rabia y sufrimiento; en cambio, Jesús dice: Padre, perdónalos. A diferencia de otros mártires, que son mencionados en la Biblia (Cf. 2 Mac 7,18-19) no reprocha a sus verdugos ni amenaza con castigos en nombre de Dios, sino que reza por los malvados. Clavado en el patíbulo dela humillación, aumenta la intensidad del don, que se convierte en perdón.
Hermanos, hermanas, pensemos que Dios hace lo mismo con nosotros. Cuando le causamos dolor con nuestras acciones, Él sufre y tiene un sólo deseo: poder perdonarnos. Para darnos cuanta de esto, contemplemos al Crucificado. El perdón brota de sus llagas, de esas heridas dolorosas que le provocan nuestros clavos. Contemplemos a Jesús en la Cruz y pensemos que nunca hemos recibido palabras más bondadosas : Padre perdónalos. Contemplemos a Jesús en la Cruz y veamos que nunca hemos recibido una mirada más tierna y compasiva. Contemplemos a Jesús en la Cruz y comprendamos que nunca hemos recibido un abrazo más amoroso. Contemplemos al Cruficado y digamos "Grracias Jesús me amas y me perdonas siempre, aún cuando a mí me cuesta amarme y perdonarme.
Jesús en la Cruz pasa del Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has abandonado? al "Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu ?" ¿Cómo pudo pasar Jesús de la cuarta
palabra a la séptima ? del abandono a la confianza? Un autor genial dice que a Jesús le salvó la memoria. Tenía tanta memoria acumulada de la fidelidad del Padre que no le pudo fallar. Él nunca
falló al Padre, el Padre nunca le falló, nunca se fallaron. ¡A Jesús le salvó la memoria! Cuando murió Jesús, el velo del templo se rasgó, la tierra tembló, los sepulcros se abrieron y el cielo
se oscureció (Cf. Lc 23,44-45) Son los signos apocalípticos de los que habla el evangelio. ¿Qué tiene que quebrarse dentro de nosotros para que haya resurrección? ¿Con qué tengo que romper,
qué decisión tengo que tomar para que haya liberación y vida en mi existencia? ¿Qué tiene que tambalearse en mi vida ?
Hoy vivimos viernes santos que tienen sesgos apocalípticos. Tiempos para ir a lo fundamental, para primar lo importante sobre lo urgente, para reencauzar temas pendientes y para relativizar muchas cosas a la sombra del Absoluto amor de Dios.
María recoge el cuerpo de su Hijo. Muchas madres, rotas de dolor, recogen el cuerpo de sus hijos hoy, aquí y ahora. En nuestra sociedad el ocio nocturno tiene
víctimas y a menudo solo se entiende con alcohol, drogas y violencia. Inconcebible que siga habiendo guerras en el mundo en vez de diálogo. Las vidas de los no nacidos no cuentan y se convierten
en un derecho ignorarlas. También los abusos de menores, en la sociedad y dentro de la Iglesia, rompen el corazón de la Madre. Los Santos Padres dan los mismos títulos a la Virgen y a la Iglesia.
La maternidad de María se prolonga y encarna hoy en la Iglesia. La Iglesia, a través de los sacramentos, trae a Jesús al mundo. Y la Iglesia, también a través de los sacramentos recoge a
sus hijos en la muerte para conducirlos a la Resurrección.
Jesús en el sepulcro es esperanza de Resurrección. Las confesiones más antiguas de la Resurrección tienen por autor al Padre: Dios le resucitó ... El Padre le
constituyó en Señor y Cristo ... El que yacía entre los muertos, reina vivo... Dios rehabilitó al ajusticiado... El amor es más fuerte que la muerte. Su resurrección garantiza la victoria
del bien y del amor sobre el mal y el pecado. Esa ha sido la respuesta de Dios en su Hijo Jesús. Y esa respuesta suya pide una respuesta nuestra en nuestra vida. Un Dios que trabaja hasta la
extenuación busca colaboradores que le ayuden en su lucha contra el mal.
Dios quiere luchar contra el mal a través de nosotros. Dios hace todo lo que puede hacer sin suprimir nuestra dignidad, sin anular al hombre, porque se toma en serio nuestra libertad.
Desde la luz de la Resurrección se escribe e ilumina el misterio de la vida, pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo. En esta última estación ¡anunciamos tú muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús!
¡Cristo ha resucitado! Jamás ha habido un anuncio tan importante, ni una noticia mayor. Nunca se ha pronunciado palabras tan tremendas. ¿Porqué buscais entre
los muertos al que vive? ¡No esta aqui, Ha resucitado! Lc24,6 Nunca ha existido un motivo de tanta alegría. Jamás las palabras han evocado tanto. Jesús les dijo : "Alegraos. No tengáis miedo: id
a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán" (Mc 16,6) Nunca ha pasado algo tan grande, tan maravilloso, tan revolucionario. Porque si Cristo ha resucitado, también
nosotros resucitaremos , porque Jesús es el Señor y sobre Él y su palabra, podemos construir nuestra vida.
"La historia humana no termina ante una piedra sepulcral, porque hoy la historia descubre la "piedra viva" : Jesús resucitado" decía el papa Francisco en la Vigilia Pascual 2019.
La Resurrección de Jesús es respuesta a nuestras heridas, fracasos, tristezas , rupturas y guerras. Aporta un horizonte de esperanza a todo lo humano, pues desde entonces, la última palabra no es la muerte sino la vida.
"Ir a Galilea significa, ante todo, empezar de nuevo. Para los discípulos fue regresar al lugar donde el Señor los buscó por primera vez y los llamó a seguirlo. Es el lugar del primer encuentro y el lugar del primer amor. El Resucitado les dice : "Volvamos a comenzar desde donde habíamos empezado. Empecemos de nuevo. Os quiero de neuvo conmigo, a pesar y más allá de todos los fracasos".
Siempre es posible volver a empezar, porque siempre existe una vida nueva que Dios es capaz de reiniciar en nosotros más allá de todos nuestros fracasos. Incluso de los escombros de nuestro corazón - cada uno de nosotros lo sabe, conoce las ruinas de su propio corazón - incluso de los escombros de nuestro corazón Dios puede construir una obra de arte, aun de los restos arruinados de nuestra humanidad Dios prepara una nueva historia. Él nos precede siempre" Papa Francisco, Vigilia 2021.
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo a quien tanto quería Jesús y les dijo: " Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto" (Jn 20,1-2)
"El primer día de la semana, al amanecer, estando oscuro todavía". La resurrección es un proceso, no es automática. Tiene que encarnarse en el ánimo, en el humor, en el carácter, en la vida misma. Es la nueva creación, el primer día de la semana, un nuevo comienzo, pero estando oscuro todavía.
El Señor no nos ahorra nada del dolor que conlleva la condición humana, pero con su Resurrección da sentido a todo.
María Magdalena, esta mujer, se va a convertir en la primera mensajera de la Resurrección : recibe el dulce encargo de anunciar a los apóstoles que Cristo ha resucitado.
Magdalena es apóstol de apóstoles, porque evangelizó a los apóstoles. La santidad en la Iglesia depende de la cercanía del Señor, no de las responsabilidades, visibilidad, condición sexual o reconocimiento popular. De ella había expulsado al Señor siete demonios, signo de su vida rota. Pero en adelante no se separó de Él. Allí estaba en la Cruz. Pero está ahora también la primera en el sepulcro. Ilusión, desilusión y plenitud es el itinerario del cristiano. Nadie puede rescatarle de su dolor. Cuando el dolor es tan grande y estamos tan inmersos en él, solo Jesús pronunciando nuestro nombre, puede sacarnos de nuestro ensimismamiento. Todos somos mediación. Sólo Jesús es el Señor y puede acceder a nuestro corazón sin mediaciones.
Las mujeres son las primeras destinatarias de la Resurrección de Jesús, quizás porque la pobreza, la exclusión y la vulnerabilidad tienen rostro de mujer. Por Una Mujer nos llegó la esperanza y ellas la comunican continuamente hoy, también dentro de la Iglesia.
"La fe cristiana se mantiene o cae con al verdad del testimonio de que Cristo ha resucitado de entre los muertos. Si se prescinde de esto, aún se puede tomar sin duda de la tradición cristiana ciertas ideas interesantes sobre Dios y el hombre, pero la fe cristiana queda muerta, En este caso, Jesús es una personalidad religiosa fallida; una personalidad que a pesar de su fracaso, sigue siendo grande y puede dar lugar a nuestra reflexión, pero permanece en una dimensión puramente humana, y su autoridad solo es válida en la medida en que su mensaje nos convence. Ya no es el criterio de medida ; el criterio es entonces únicamente nuestra valoración personal que elige de su patrimonio particular aquello que le parece útil. Y eso significa que estamos abandonados a nosotros mismos. La última instancia es nuestra valoración personal.
Sólo si Jesús ha resucitado ha sucedido algo verdaderamente nuevo que cambia el mundo y la situación del hombre. Entonces Él , Jesús se convierte en el criterio del que podemos fiarnos. Pues ahora, Dios se ha manifestaado verdaderamente.
Que Jesús solo haya existido o que en el cambio exista también ahora depende de la resurrección. En el sí o en el no a esta cuestión esta en juego un acontecimiento más entre otros, sino la figura de Jesús como tal", dice Benedicto XVI en Jesús de Nazareth.
Festo, el gobernador de Cesárea del mar le dice al rey Agripa :"Quédate mañana al juicio de Pablo. Se trata de un difunto llamado Jesús que Pablo sostiene que está vivo" Para ti, ¿Jesús es un difunto maravilloso o está vivo y por tanto hay comunicación, envío y misión ?
Es acertado el comentario de un Padre de la Iglesia cuando dice a los soldados "Si dormíais ¿porqué sabéis que lo han robado? y si los habéis visto ¿porqué no lo habéis impedido?
El papa Benedicto XVI en su primera Vigilia Pascual como Pontífice en 2006 afrontaba así el misterio:
¿Qué es lo que sucedió allí? ¿Qué significa eso para nosotros, para el mundo en su conjunto y para mí personalmente?¿ ¿Qué sucedió? Jesús ya no está en el sepulcro. Esta en una vida nueva del todo. Pero, ¿cómo pudo ocurrir eso? ¿Qué fuerzas han intervenido? Es decisivo que este hombre, Jesús, no estuviera solo , no fuera un Yo cerrado en sí mismo. Él era uno con el Dios vivo, unido de tal manera a Él que formaba con Él una sola persona. Se encontraba, por así decir, en un mismo abrazo con Aquel que es la vida misma, un abrazo no solamente emotivo, sino que abarcaba y penetraba su ser. Su propia vida no era solamente suya,era una comunión existencial con Dios y un estar insertado en Dios y por eso no se le podía quitar realmente. Él pudo dejarse matar por amor, pero justamente así destruyó el carácter definitivo de su muerte, porque en Él estaba presente el carácter definitivo de la vida. Él era una cosa sola con la vida indestructible, de manera que ésta brotó de nuevo a través de la muerte.
¿Qué sucedió allí? Que... ¡A Jesús le pudo la vida! Nosotros, no podemos evitar la muerte de los seres queridos. ¡A Él le pudo la vida, la vida del Padre! A este Jesús lo resucitó Dios.
La Resurrección de Jesús supone un germen de esperanza que nada ni nadie puede reprimir. Ha prendido en la historia y no hay pecado ni conflicto ni herida que no esté abierta a su fuerza curativa.
El evangelista Juan narra que Pedro y él mismo, al oír la noticia que les dio María Magdalena, corrieron, casi como una competición, hacia el sepulcro. Los Padres de la Iglesia vieron en esa carrera hacia el sepulcro vacío un exhortación a la única competición. legítima entre los creyentes: la competición en busca de Cristo. Benedicto XVI, 11 Abril 2007.
Distintas maneras de vivir la resurrección : uno corre más que otro, llega primero pero no entra, el que llega más tarde entra pero no ve, el que llegó antes entró más tarde pero vio. Pedro es la roca de la Iglesia, la institución, la jerarquía, la autoridad y el servicio. Juan es el amigo , el desafío evangélico, los carismas. Ambos, roca y cimiento de la Iglesia de Jesús. Cabemos todos, distintos, compatibles, complementarios, incluso como en competición, pero en busca de Cristo. La Iglesia no tiene fuerzas que perder: caminemos juntos, sinodalmente.
A Pedro la Resurrección le pilló con mala conciencia. Tres veces le negó y tres veces le confiesa su amor. La Resurrección le devuelve la misión confiada: "Apacienta mis ovejas". La Resurrección puede reconstruir la confianza defraudada, el fervor perdido o la fraternidad rota.
Juan es el que al ver los lienzos tendidos, caídos, flácidos, desinflados, "vio y creyó". En el lago , ante la pesca milagrosa, es el primero en reconocer: "Es el Señor". En la Iglesia necesitamos testigos que reconozcan hoy al Señor en los signos de los tiempos de esta humanidad nuestra. Y ese reconocer al Señor es capaz de crear armonía en creyentes de sensibilidades y acentos tan absolutamente diferentes.
Aquellos hombres y mujeres no estaban preparados ni predispuestos a la resurrección, si no era el final de los tiempos. No le reconocen y se llenan de miedo. La resurrección se impone a los testigos: no soy un fantasma, comed, bebed; le ven , le tocan, le oyen. La resurrección les moviliza y alegra sin límite. De ser un saco de amargura se convierten en apóstoles intrépidos que afrontan la cárcel, la tortura y la muerte. Imposible esta valentía sin la Resurrección.
Para los discípulos es un acontecimiento tan real como la Cruz. Dan testimonio de la resurrección y se dejan maltratar y matar por defenderlo. "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres". Salieron contentos de haber padecido estos ultrajes por Cristo. No se explica el martirio de los apóstoles, si la última experiencia hubiera sido la de la Cruz. Sólo si ocurrió algo extraordinario, la experiencia de Jesús vivo, pudieron dar la vida por Él que ya lo había preanunciado. Imposible renunciar, siendo judíos , al sabath, si en el domingo no hubiera ocurrido un acontecimiento tan sobrecogedor. Su testimonio es irreprimible y al final se produce la ruptura con Israel: Jesús no es un maestro más, es el Señor, el término que en la Vulgata se reserva para Dios.
La Resurrección de Jesús es un acontecimiento real: le ven, le oyen , le tocan. "Nosotros, los que comimos y bebimos con Él en su mesa, somos testigos", dirá Pedro. Pero escapa a la Historia, desborda nuestro tiempo, entra y sale sin que lo puedan evitar y no le reconocen. Es un acontecimiento histórico y metahistórico; transcendente pero con huellas en la historia: el sepulcro vacío y los encuentros con los discípulos.
Las heridas y llagas que Jesús les muestra, nuestras heridas, pueden ser ocasión desde entonces, de vida y consuelo.
Esa misma tarde dos discípulos vuelven desilusionados a sus casas. Pero un caminante les devuelve esperanza. Sus corazones vibran de gozo con su compañía, sin embargo sólo se les abren los ojos al verlo partir el pan.
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día a una aldea llamada Emaús (...) Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo (...). Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a Él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, Él les hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron diciendo :"Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída" Y entró para quedarse con ellos.
Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero Él desapareció. Ellos comentaron: " ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras ? Lo que a solas les entristecía tanto, con Jesús se convierte en alegría irreprimible. Estamos en el camino de Emaús, pero ¿de ida o de vuelta?
También nosotros reconocemos al Señor en la fracción del pan. La Eucaristía recorre el mismo itinerario de los dos de Emaús. En la liturgia penitencial confesamos que, desanimados, huimos de la comunidad, incapaces de reconocer al Señor. La liturgia de lapalabra nos hace arder en el corazón al intuir que el Señor da sentido a lo que nos está pasando. Le invitan a quedarse con ellos porque atardece y le preparan la mesa como nosotros las ofrendas de la Eucaristía.
El que entró como huesped se convierte en anfitrión al pronunciar las palabras sobre el Pan. Le reconocen y desaparece, como desaparece en nosotros cuando comulgamos. El encuentro culmina en misión que comunica la experiencia a los hermanos. Así culmina también la Eucaristía.
Al anochecer del Domingo de Pascua, Jesús resucitado sopló sobre los discípulos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis; les quedan retenidos. El sacramento de la penitencia es fruto del poder de la Resurrección de Jesús transmitido a los discípulos. Se trata del misterio del perdón. Hay cosas imperdonables. Lo que nos ha herido profundamente nos cuesta mucho perdonar; es superior a nuestras fuerzas.
Incluso hay cosas que no nos perdonamos a nosotros mismos. Tratamos de olvidarlas y a los demás les perdonamos la vida pero no hay fuerza para perdonar de verdad. ¡Perdonar es cosa de Dios! Perdonar es algo divino, es recrear a la persona, darle otra oportunidad y alumbrar un futuro con esperanza. Con el Espíritu Santo, también nosotros podemos perdonar de verdad. El Espíritu en nosotros puede hacer ese milagro. Quien tiene experiencia de haber sido perdonado, tiene una facilidad especial para perdonar, se convierte en agente de su misericordia. Un mundo fraterno, perdonando a los enemigos, es posible, está a nuestro alcance por el poder se su Resurrección en el Sacramento de la penitencia. La pastoral de conversión es fuente de alegría y evangelización siempre en la Iglesia. "Hermana, hermano si en esta noche tu corazón atraviesa una hora oscura, un día que aún no ha amanecido, una luz sepultada, un sueño destrozado, ve , abre tu corazón con asombro al anuncio de la Pascua: "No tengas miedo, resucitó! Te espera en Galilea". Tus expectativas no quedarán sin cumplirse, tus lágrimas serán enjugadas, tus temores serán vencidos por la esperanza. Porque, sabes, el Señor te precede siempre, camina siempre delante de ti. Y, con Él, siempre la vida comienza de nuevo. Papa Francisco, Vigilia 2021.
Tomás no estaba con los demás apóstoles en el primer encuentro con Jesús resucitado. Ellos le han contado su experiencia gozosa, pero no se ha dejado convencer. Por eso el Señor, ahora se dirige a él para confirmar su fe.
Tomás recoge el itinerario del misterio pascual en la existencia cristiana. Conoce el entusiasmo y la ilusión del comienzo en el seguimiento al Señor. Cuando todos los discípulos tratan de evitar que Jesús vuelva a Betania, donde esta Lázaro enfermo, Tomás dice :"Vamos también nosotros y muramos con él". Pero pronto llega la duda, la desilución, la crisis y el temor. Cuando Jesús se esta despidiendo en la última Cena y se masca la tragedia, exclama Tomás: "Señor no sabemos adonde vas, ¿cómo podemos saber el camino? Jesús le responde: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mi. La crisis es total cuando Jesús se ha aparecido a todos menos a él. "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto la meno en su costado, no lo creo".
Por fin llega la Resurrección, la confirmación, la plenitud. El que más dudó, el incrédulo, más de cerca tocó al Señor. A los ocho días, pasado el tiempo que uno necesita cada proceso, llega el regalo de la verificación, del don de Dios, de su presencia inconfundible y de su consuelo. ¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo: ¿Porque me has visto has creido? Bienaventurados los que crean sin haber visto.
La Fe es una experiencia personal, es una adhesión afectiva, es una entrega del corazón empeñando toda la persona, pero es un don. La propuesta, los indicios, la iniciativa, la invitación son del Señor. Lo nuestro es respuesta, segunda palabra y siempre con la ayuda imprescindible de los hermanos.
Ir a Galilea significa recorrer nuevos caminos. Es moverse en la dirección opuesta al sepulcro, la fe no es un repertorio del pasado, Jesús no es un personaje obsoleto. Él esta vivo, aquí y ahora. Ir a Galilea significa, además ir a los confines. Porque Galilea es el lugar más lejano, en esa región compleja y variopinta viven los que están más alejados de la pureza ritual de Jerusalén. Jesús,el Resucitado, nos ama sin límites y visita todas las situaciones de nuestra vida.
Reconozcámoslo presente en nuestras Galileas, en la vida de todos los días. Con Él , la vida cambiará. Porque más allá de toda derrota, maldad y violencia, más allá de todo sufrimiento y más allá de la muerte, el Resucitado gobierna la historia". Papa Francisco Vigilia 2021.
Ayudan a la adhesión de nuestra fe, los indicios, los motivos que tenemos para creer. Nuestra fe no es racional, pero sí razonable. No somos temerarios y fanáticos, tenemos indicios suficientes para creer.
La Resurrección está narrada con toda veracidad histórica. Es el dato más repetido en todas las fuentes del Nuevo Testamento. El núcleo del relato es invariable, Jesús vive, y los detalles están sin maquillar, incluso son contradictorios, como cuando distintos testigos narran su experiencia tal y como la han vivido. Está narrada con poca habilidad, un poco torpemente, no le reconocen pero es Él y los discípulos están confusos y amedrentados. El relato contradice la mentalidad de la época ya que las primeras testigos son mujeres y los hombres no se lo acaban de creer.
Realmente ocurrió así o es impensable que alguien inventara el relato queriendo hacerlo creíble. Sí, los criterios de historicidad aplicados a las narraciones evangélicas de la Resurrección nos indican que no estamos ante leyendas o proyecciones de la comunidad. Son relatos verídicos con un trasfondo histórico.
Creer es percibir, en nuestra vida cotidiana, el soplo fresco de la Resurrección de Jesús. Es reconocer en los acontecimientos del día a día, por desconcertantes qu e puedan ser, la brisa suave de su Espíritu.
Pero ¿cómo puede suceder esto? ¿Cómo puede llegar todo esto a nosotros sin que se quede solo en palabras sino que sea una realidad en la que estamos inmersos? Por el sacramento del bautismo y la profesión de la fe, el Señor ha construido un puente para nosotros, a través del cual el nuevo día viene a nosotros. En el bautismo, el Señor dice a aquel que lo recibe: Fiat lux, que exista la luz.
Simón, hijo de Juan, me amas más que estos? ...
¿me amas? ... ¿me quieres? ... Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero ... Apacienta mis ovejas. Quien más quien menos, todos nos identificamos con Pedro. Todos somos Simón y Pedro a la vez. El Papa Francisco lo dijo magistralmente el 2 de Junio de 2016 en el Año de la Misericordia: "El Señor lo educa y lo forma progresivamente y lo ejercita en mantenerse así: Simón y Pedro. EL hombre común, con sus contradicciones y debilidades, y el que es Piedra, el que tiene las llaves, el que conduce a los demás. Cuando Andrés lo lleva a Cristo, así como está, vestido de pescador, el Señor le pone el nombre de Piedra. Apenas acaba de alabarle por la confesión de fe que viene del Padre, cuando ya le recrimina duramente por la tentación de escuchar la voz del mal espíritu al decirle que se aparte de la Cruz.
Lo invitará a caminar sobre las aguas y lo dejará hundirse en el propio miedo, para tenderle enseguida una mano; apenas se confiese pecador, lo misionará a ser pescador de hombres; lo interrogará prolijamente sobre su amor, haciéndole sentir dolor y vergüenza por su deslealtad y cobardía, pero también por tres veces le confiará el pastoreo de sus ovejas. Siempre estos dos polos. Ahí tenemos que situarnos, en ese hueco en el que conviven nuestra miseria más vergonzante y nuestra dignidad más alta.
Puesto que todos somos Simón y Pedro, no debemos extrañarnos cuando nos sorprendemos comparándonos, envidiándonos y reprochándonos. De Juan le dice Pedro a Jesús: "Señor y este ¿qué?. La respuesta de Jesús es magistral y liberadora :" A ti ¿qué ? Tú sígueme. Desde nuestras envídias estamos capacitados para recuperar el seguimiento de Jesús con entusiasmo por su llamada después de la Resurrección.
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. Allí quedó el sepulcro vacío. A lo que a veces hemos oído: Aunque encontráramos su cadáver, Jesús sigue vivo en nosotros, el Papa Benedicto XVI, en Jesús de Nazareth, responde: La Resurrección implica esencialmente que el cuerpo de Jesús no sufra la corrupción. Un anuncio de la Resurrección habría sido imposible si el cuerpo de Jesús hubiera permanecido en el sepulcro. Las especulaciones teológicas, según las cuales la corrupción y la resurrección de Jesús serían incompatibles una con la otra, pertenecen al pensamiento moderno y están en clara contradicción con la visión bíblica. Los cristianos creemos porque nos ha llegado, generación tras generación, el testimonio de aquellos testigos para los cuales la Resurrección fue tan real como el Calvario. ¡Les cambió la vida! Los que estaban asustados, encerrados y entristecidos, estallaron de alegría, son puro gozo, no pueden no comunicarlo, desafían a las autoridades y dan testimonio humilde de Jesús pues ya nada es igual y todo ha cambiado. La humanidad se divide en dos: los que creen en la Resurrección y entonces el amor ha vencido a la muerte, el mal no tiene la última palabra, cabe la reconciliación, la esperanza, la conversión y las vocaciones. Y los que no creen en la Resurrección, y entonces todo se reduce a buenos deseos, ganas de que esto mejore, empujoncillos que nos pegamos unos a otros para ir tirando, ánimo entre nosotros, cierto optimismo vital, pero al final abandonados a nuestra propia suerte.
La increíble energía generada por la Resurrección de Jesús ¿cómo llega a nuestra vida? Simplemente, por la fe, por el bautismo. Ya nos ha llegado, ya es nuestra, la tenemos. ¡Eso es la gracia! Así proclamamos con San Pablo: Los que por el bautismo fuimos sepultadoscon él en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva, Si nos ha llegado la fuerza de la resurrección, creemos y confiamos. Ya no tenemos que inventar la Iglesia, la comunidad y los sacramentos y su liturgia. Todo es gracia, basta abrir el corazón.
Cumplida su misión entre los hombres, Jesús asciende al cielo. Ha salido del Padre, ahora vuelve al Padre y esta sentado a su derecha. Cristo glorioso está en el cielo y desde allí habrá de venir como el Juez de vivos y muertos. El Señor se despide bendiciendo a los suyos y enviándoles a la misión. El Papa Benedicto XVI, humanamente, no se explica la alegría de los discípulos a su regreso a Jerusalén. Ellos se volvieron a Jerusalén con gran alegría y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios. Así desvela el misterio en Jesús Nazareth: "Nosotros nos esperaríamos lo contrario. Nos esperaríamos que hubieran quedado desconcertados y tristes. El mundo no había cambiado, Jesús se había separado definitivamente. Habían recibido una tarea aparentemente irrealizable, una tarea que superaba sus fuerzas. ¿Cómo es posible que su despedida definitiva no les causara tristeza? ¿ Cómo podemos entender nosotros esto? Los discípulos no se sienten abandonados; no creen que Jesús se haya disipado en un cielo inaccesible y lejano. Evidentemente están seguros de una presencia nueva de Jesús. Están seguros de que el Resucitado está presente entre ellos, precisamente ahora, de una manera nueva y poderosa. La ascensión no es un marcharse a una zona lejana del cosmos sino la permanente cercanía que los discípulos experimentan con tal fuerza que les produce una alegría duradera.
Han estrenado un nuevo tipo de presencia de Jesús: no al lado sino dentro. Esto les hace y nos hace invencibles porque Él ha vencido al mundo.
Que no permanezcamos nunca de brazos cruzados, sino que hagamos de nuestra vida una siembra continua de paz y de alegría.
En la oración colecta de la solemnidad de Pentecostés, pedimos al Señor: "No dejes de realizar hoy en el corazón de tus fieles aquellas mismas maravillas que obraste en los comienzos de la predicación evangélica". Aquellas maravillas hoy se actualizan en tres movimientos del Espíritu Santo. tres movimientos simultáneos, unidos, juntos a la vez, pero interdependiente e interrelacionados.
Un movimiento hacia afuera, extrínseco y expansivo: El Espíritu Santo es misión, fuego, comunicación, anuncio, envío y universalidad. "Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".
El Espíritu Santo nos excentra, nos saca de nosotros mismos. Espíritu Santo es efecto multiplicador, dinamismo extrínseco y fuerza irresistible.
Un movimiento hacia dentro, que traspasa el corazón y consuela el alma. El Espíritu Santo es interioridad, recogimiento, transformación, conversión, actualización y divinización. Se manifiesta en unción, intimidad, paz, riego, ternura, alegría, felicidad y entusiasmo.
Es el dulce huésped del alma, la brisa suave. El Espíritu Santo es el maestro interior que nos comunica el sabor de Dios y nos familiariza con los valores del Reino, la sensibilidad de Jesús. Y un movimiento circular, comunitario, envolvente y armónico. El Espíritu Santo es reunión, asamblea, comunidad, comunión y sinodalidad. Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu.
Si actúa el Espíritu, los 3 movimientos se dan juntos a la vez. Si hay mivimiento expansivo de evangelización, pero no existe unción y consuelo en el corazón o apertura a la Iglesia universal, algo pasa. Si hay movimiento interior espiritual pero no existe salida hacia los pobres ni comunión eclesial, es dudosa la presencia del Espíritu. Si hay paz en al comunidad,pero no hay salida hacia las periferias, ni aceptación de la riqueza de carismas y estilos en la Iglesia, puede ser una paz de cementerio, una paz lograda reprimiendo carismas.